La crueldad de la Champions

 

No pudo ser. El Valencia cayó eliminado de la Champions pese a haber realizado un muy buen partido, haber anulado las contras, poco peligrosas, del PSG y haberse adelantado merecidamente en el marcador. A los de Valverde les costó muy caro el primer y casi único error de la defensa, ya que en esta acción anotó Lavezzi el empate y dejó al equipo blanquinegro prácticamente sin opciones. Otro año será… 

Había llegado la hora. El Valencia debía hacer honor a su historia y remontar un resultado adverso en una caldera como el Parc des Princes. Una de esas noches que ningún valencianista quiere perderse, que todos los equipos quieren vivir.

Una de esas noches en que el sentimiento recorre las venas de cada aficionado, en que los nervios comienzan a abrirse paso a media tarde. Escenario inmejorable, partido muy atractivo para cualquier aficionado al fútbol. Opciones remotas de meterse en cuartos de final. El encuentro comenzó como muchos esperaban, con un Valencia que salió como en las grandes citas: a dominar y a buscar el primer gol (algo que no hizo en la ida, y que acabó pagando).

Pronto llegaron las primeras aproximaciones peligrosas a favor de los de Valverde, como una ocasión de Soldado tras un buen pase desde el centro del campo que el ariete valencianista envió a Sirigu con un disparo mordido. No obstante, y a pesar del claro dominio che, el PSG, cada vez que tocaba el balón, creaba un peligro del que era complicado que saliera vivo el equipo blanquinegro. Pero salió. No llegaban ocasiones realmente claras, pero, en líneas generales, el Valencia era muy superior al PSG.

Todo parecía más fácil con este juego, pero solo había una persona que impedía que los de la ciudad del Turia dieran el paso, el serbio Milorad Mazic, colegiado del partido. Se comportó como un clásico árbitro casero, de los de siempre, pitando siempre a favor del equipo francés, amonestando a medio Valencia, y demás acciones polémicas.

Llegó el descanso con un 0-0 que alejaba al Valencia de los cuartos de final. La segunda mitad comenzó de una forma idéntica a la primera. El Valencia dominaba, el PSG acusaba las ausencias de Ibrahimovic y Verratti y no daba señales de vida. Y la suerte se puso de cara de los de Ernesto Valverde.

La entrada de Banega por Albelda benefició a los ches en lo que a juego de toque se refiere. En una jugada que comenzó con una buena recuperación y con la posterior jugada combinativa, Jonas aprovechó el despiste de Alex en la salida y disparó sin pensárselo para adelantar a su equipo y dar esperanzas a sus compañeros y a la afición.

Al Valencia le hacía falta únicamente un gol para meterse en cuartos de final. El fútbol es así de cruel. En el primer error, y uno de los pocos, de la zaga del Valencia, en el que hubo un cúmulo de situaciones y toques involuntarios que dejaron solo a Lavezzi, el argentino logró el gol del empate en el rebote, después de que Guaita despejara el primer intento.

Con este tanto, la eliminatoria volvía a alejarse de las manos del equipo valencianista. Ahora los ches continuaban estando obligados a marcar, solo que un gol provocaría la prórroga.

El PSG se cerró en defensa, como era de esperar, y no hizo más daño a la zaga blanquinegra. El equipo de Valverde tampoco pudo penetrar en el área francesa y no creó excesivo peligro, pese a la entrada de Valdez y a la abalancha atacante de los últimos minutos de partido. No pudo ser, un año más, y continúa la maldición de los octavos de final. La afición sigue en pie, y con la cabeza bien alta.